Jaima
Al vislumbrar en la imponente
profundidad de la llanura,
un débil resplandor
de mar o de niebla,
y si en el cielo veo un ondular
blanco y refulgente,
o quizás rojo y fosco,
mi alma se imanta.
Siguiendo su estela
advierto una cresta ingrávida en el aire,
azul, ligera, alada,
y se vuelve ola,
y aparece y desaparece,
y me impaciento.
Una vibración telúrica recorre
mis huesos y aviva mi sangre.
En medio de la grandeza de la planicie
contengo el paso del aire y cavilo.
¿Era un relámpago de ensueño?
Pero la ola o al cresta se eleva
y rompe sobre una acacia.
Y de nuevo un golpe sonoro,
vestigio de memoria,
o latido de lluvia,
me revela nítida una jaima
!Cuanta dulzura!
Y más allá otra y otra.
Frente al espacioso habitáculo una llama brota,
y la leña imperceptible y seca restalla,
el humo azulado orilla la vista
de unos hermosos ojos,
y se eleva en un suspiro y se desvanece.
La sempiterna arena acaricia los pies,
a la vista las huellas
inconfundibles de la majada,
y en los contornos de la duna
corretean los niños desbordando alegría.
El antiquísimo torrente de la vida
palpita en la raíz de una jaima,
y solo entonces,
el universo está en orden.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.