María Victoria Rosell Aguilar, juez canaria, publica este artículo en "Canarias Ahora" en su edición de hoy, miércoles 18:
Esta semana tenía una ilusión especial: el viernes, 50º aniversario de la primera declaración de los derechos del niño, junto con otras dieciséis madres, escritoras noveles, presentamos un libro de cuentos que hemos escrito pensando en nuestros hijos, y cuyos beneficios económicos irán a parar a unos niños que lo necesitan más que los nuestros.
Pero hoy sólo puedo pensar en una madre de dos hijos, divorciada como yo, que busca la justicia y la libertad de su pueblo, que ha recibido premios internacionales como defensora de los derechos humanos, y que quiere regresar con los suyos. Vive muy cerca de aquí. Pero probablemente el viernes no podrá abrazar a sus hijos ni contarles un cuento. O, en su caso, contarles la verdad.
Es Aminatou Haidar, una de las personas más impresionantes que he conocido en mi vida. Estuve en su casa en El Aaiún hace unos cuatro años, la víspera de su juicio de apelación. Tomamos un té con ella en un rincón de su casa, mientras afuera la policía marroquí vigilaba nuestros movimientos y se preparaba para la brutal carga posterior a los juicios. Sus hijos, sobre todo el pequeño, no se separaba de su lado, como un gatito enroscado en sus pies, en su cuello… Ella ya estaba en libertad provisional. Pero ese niño había vivido la separación de su madre, durante su encarcelamiento preventivo y sin garantías, y durante el juicio había salido disparado de su asiento para abrazarla llorando. Ni siquiera la policía marroquí que la custodiaba ni el juez fueron capaces de reaccionar. Fue ella quien tras dos minutos de encuentro y acariciándole la cabeza le obligó, con una serenidad inolvidable, a regresar a su sitio.
Porque cada uno debe estar en su sitio. Y el suyo está en el Sahara, ese territorio tan cercano, que todos los países de la ONU reconocen como ilegalmente esquilmado por un país ocupante. No es una opción ideológica, es la legalidad internacional.
Si el viernes no ha conseguido regresar a casa, todos los responsables empañarán la celebración del aniversario de la Declaración Universal de los derechos del niño. Ésa según la cual todos los niños tienen derecho a una familia, a un nombre, a una nacionalidad, a ser protegidos en caso de conflicto, y frente a la discriminación racial, religiosa o de cualquier otra índole.
Y colorín colorado, este cuento no se ha acabado.
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Maternidad de Oswaldo Guayasamín