sábado, 10 de octubre de 2009

PAZ EN EL SÁHARA


¿Qué significa la paz en este mundo salvaje, empresarial, militarizado? ¿Qué significa en un mundo en el que un atrincherado sistema de apropiación ha creado una situación en la que los países pobres que durante siglos fueron saqueados por regímenes colonizadores están hundidos en deudas con los mismos países que los saquearon, y tienen que pagar esa deuda a una tasa de 382 mil millones de dólares al año? ¿Qué significa la paz en un mundo en el que la riqueza combinada de 587 multimillonarios excede el producto interno bruto combinado de los 135 países más pobres del mundo? ¿O cuando los países ricos que pagan subsidios agrícolas de mil millones al día tratan de forzar a los países pobres a quitar sus subsidios? ¿Qué significa la paz para la gente en países ocupados, como Irak, Palestina, Cachemira, Tíbet y Chechenia? ¿O para los aborígenes de Australia? ¿O para los Ogoni de Nigeria? ¿O para los kurdos en Turquía? ¿O para los dalits y adivasis de la India? ¿Qué significa la paz para los que no son musulmanes en los países islámicos, o para las mujeres en Irán, Arabia Saudita y Afganistán? ¿Qué significa para millones que fueron expulsados de sus tierras por las presas y los proyectos de desarrollo? ¿Qué significa la paz para los pobres a los que activamente despojan de sus recursos y para los cuales la vida cotidiana es una severa batalla por el agua, el refugio, la supervivencia y, sobre todo, algo semejante a la dignidad? Para ellos, la paz es la guerra. Sabemos perfectamente bien quién se beneficia con la guerra en la era del Imperio. Pero, ¿también debemos preguntarnos con toda honestidad quién se beneficia de la paz en la era del Imperio? Incitar a la guerra es criminal. Pero hablar de la paz sin hablar de la justicia podría convertirse fácilmente en una promoción de una especie de capitulación. Y hablar de justicia sin desenmascarar a las instituciones y a los sistemas que perpetran la injusticia, va más allá de la hipocresía.
Qué fácil es echarle la culpa a los pobres de ser pobres. Qué fácil es creer que el mundo está en una espiral ascendente de terrorismo y guerra. Eso es lo que permite al presidente estadunidense decir: "O están con nosotros o con los terroristas". Pero sabemos que esa es una alternativa espuria. Sabemos que el terrorismo es simplemente la privatización de la guerra. Que los terroristas son los libre-mercaderes de la guerra. Ellos creen que el uso legítimo de la violencia no es solamente prerrogativa del Estado.
Es un infundio hacer una distinción moral entre la indecible brutalidad del terrorismo y la indiscriminada carnicería de la guerra y la ocupación. Ambos tipos de violencia son inaceptables. No podemos apoyar uno y condenar el otro.
La verdadera tragedia es que la mayoría de las personas en el mundo está atrapada entre el horror de la paz putativa y el terror de la guerra. Estos son los dos escarpados acantilados que nos encierran. La pregunta es: ¿cómo nos salimos de esta grieta?
Para aquellos a los que les va bien materialmente hablando, pero que están moralmente incómodos, la primera pregunta que se deben plantear es si realmente se quieren salir de ahí. ¿Qué tan lejos están dispuestos a ir? ¿Se volvió demasiado cómoda la grieta?
Si realmente quieren salir, hay buenas noticias y malas noticias.
Las buenas noticias son que la avanzada ya comenzó a escalar desde hace tiempo. Ya está a la mitad del camino. Miles de activistas en todo el mundo han estado trabajando duro, preparando puntos de apoyo para los pies y asegurando las cuerdas para que sea más fácil para el resto de nosotros. No hay sólo un camino de subida. Hay cientos de maneras de hacerlo. Hay cientos de batallas librándose alrededor del mundo que necesitan de sus destrezas, sus mentes, sus recursos. Ninguna batalla es irrelevante. Ninguna victoria es demasiado pequeña.
Las malas noticias son que las coloridas manifestaciones, las marchas de fin de semana y los viajes anuales al Foro Social Mundial no son suficientes. Tiene que haber actos de verdadera desobediencia civil con verdaderas consecuencias. Quizá no podamos mover un switch y conjurar una revolución. Pero hay varias cosas que sí podemos hacer. Por ejemplo, podrían hacer una lista de aquellas empresas que se han beneficiado de la invasión a Irak y que tienen oficinas aquí en Australia. Podrían nombrarlas, boicotearlas, ocupar sus oficinas y llevarlos a la bancarrota. Si puede ocurrir en Bolivia, puede ocurrir en la India. Puede ocurrir en Australia. ¿Por qué no?
Esa es sólo una pequeña sugerencia. Pero recuerden que si la lucha recurre a la violencia, perderá visión, belleza e imaginación. Y, lo más peligroso de todo, marginará y eventualmente victimizará a las mujeres. Y una lucha política que no tiene a las mujeres en el corazón de la misma, sobre él, debajo de él, y dentro de él, no es ninguna lucha.
El punto es que tenemos que librar esa batalla. Como lo dijo el maravilloso historiador estadunidense Howard Zinn: No Puedes Ser Neutral en un Tren en Movimiento.

Arundhati Roy, discurso con motivo de la aceptación del Premio de la Paz de Sydney en 2.004

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