miércoles, 15 de julio de 2009

CONCLUSIÓN PARA UN INFORME

Cuando se termina la lectura de este informe, se tiene inevitablemente la sensación de que su contenido viene a superponerse a muchos otros contenidos análogos, y que si bien se refiere a un país específico y a acontecimientos de rigurosa actualidad, al mismo tiempo está como reflejando un estado de cosas que abarca el decurso entero de la historia de los hombres y sus sociedades.
Esta sensación es la que lleva muchas veces a gentes bien pensantes a decirse aquello de que no hay nada nuevo bajo el sol, y que si bien estas cosas son lamentables, nada se gana con enfrentarlas abiertamente puesto que un ciclo de ineluctables recurrencias aplasta y aplastará entre sus engranajes a todos los que quieran entender de otra manera el mundo. Esa misma sensación de pesadilla repetitiva es la que hace que demasiada gente exhiba una intachable intransigencia ética en el limitado horizonte de los cafés o las casas de sus amigos, y viva con eso que se llama una buena conciencia puesto que todo el mundo conoce su posición democrática, su rechazo de la violencia y su odio a la opresión. (También yo fui como ellos en la primera mitad de mi vida, y defendí a la república española y a los judíos perseguidos por Hitler con una elocuencia que tal vez recuerden todavía algunos camareros de los bares de la calle Corrientes o de la Avenida de Mayo.) (...)
Frente a esta doble afirmación de que nada de lo que ocurre hoy en la Argentina es nuevo con relación a la historia en su conjunto, y que en vista de ese «eterno retorno» la única actitud razonable es la de esperar tiempos mejores, se alza la voluntad inflexible de aquellos argentinos del interior o del exilio que no reconocen ninguna ley del olvido, que no aceptan una visión pesimista de la historia universal y mucho menos de la nacional, y que por todos los medios a su alcance han luchado y seguirán luchando por mostrar que nuestro futuro debe nacer desde abajo, como el trigo o las flores, y no desde lo alto de la pirámide del despotismo en la que puede ser que cuarenta siglos nos contemplen, señor Bonaparte, pero bien poco nos importan cuando lo único que cuenta para nosotros es este siglo, este día, esta hora en que respiramos y tenemos conciencia de la realidad, sabiendo a la vez que no quieren dejarnos respirar y que nos proponen una realidad de recambio donde los famosos cuarenta siglos vuelven a reconocerse y a darse la mano. Por cosas así, este libro. Por cosas así la seguridad de que el trigo pueblo es más fuerte que las pirámides castrenses. Si el genocidio cultural es de una vigencia infame en la Argentina de hoy, la encarnizada multiplicidad de sus formas que ilustra este libro es la prueba más evidente de que no se lleva a cabo fácilmente, de que se le resiste en todos los planos, y que su fracaso está ya presente en su propia y amenazante violencia. El trigo crece en la Argentina, bajo un cielo, un sol y un viento que son otros tantos nombres de la libertad.


Conclusión para un informe. Argentina: Años de alambradas culturales. Julio Cortázar.

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